En 1982 aprendí sobre samba aunque el baile y yo no nos llevamos, sobre motores sincronizados y eficientes, sobre tanques de guerra alemanes que van siempre al frente y que hay que enterrarlos antes de darlos por muertos. Aprendí que el fútbol puede ser arte y como toda manifestación artística tiene varias formas de expresión, pero con el tiempo pierden su estructura y se vienen a menos.
1.93 de estatura, andar cansino, gran visión de juego, excelente remate de media distancia y un manejo de balón exquisito, con dominio del amague, la gambeta, y dueño absoluto del pase de tacón, Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira capitaneó un equipo que se divertía con el balón, la victoria era un añadido a la estética, el disfrute, el desparpajo y la alegría natural de los brasileños. Conocido como El Doctor, era médico de profesión, o Magrão (flaco). De barba y melena desordenada rodeado de un cúmulo de jugadores exquisitos, con un fútbol despreocupado, alegre y de toque. Así entendí eso del jogo bonito.
En 1982 cursaba primero de primaria. La televisión trabajaba por franjas, nada que ver con el servicio 24 horas. Los fines de semana la transmisión empezaba a las 7:00 de la mañana, era el espacio dedicado a los dibujos animados y demás programas infantiles. Para poder disfrutar de dichos programas debía pagar un peaje estudiantil. Desde que cumplí cinco años me levantaba a las 6:00 de la mañana para cumplir con las diferentes tareas que mi papá consignaba en un pequeño tablero negro ubicado detrás de la puerta principal. Sumas, restas, multiplicaciones, divisiones, las vocales, el abecedario eran los temas que debía desarrollar para tener ese privilegio. El aparato era un gran mueble con pantalla e imagen a blanco y negro. Al ingresar a la escuela, gracias al peaje, mi conocimiento de los temas básicos superaba al de la mayoría de mis compañeros. Como entre semana no compartía mucho con mi papá debido a su trabajo, este momento se convertía no solo en un deber sino en un espacio de padre e hijo.
El fútbol de barriada llegó a España en el verano del 82 de la mano de un conjunto que trataba el balón como se hace en los días de divertimento en las playas de Río de Janeiro. Waldir Peres de Arruda, José Oscar Bernardi, Luiz Carlos Ferreira “Luizinho”, José Leandro de Souza Ferreira, Leovegildo Lins da Gama Junior, Antônio Carlos “Toninho” Cerezo, Arthur Antunes Coimbra “Zico”, Paulo Roberto Falcão, Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira, Éder Aleixo de Assis, Sérgio Bernardino “Serginho”, dirigidos por Telê Santana da Silva, sembraron una imagen indeleble de fútbol espectáculo, un equipo maravilloso que no pudo ganar un mundial. Lo más cercano que ha estado Brasil de tener un equipo capaz de emular al de 1970. Un equipo con el que los aficionados al fútbol siguen soñando.
En el país de la samba se asegura que con los equipos de 1994 y 2002, a pesar de ser campeones mundiales, nadie sueña, ganaron y nada más, pero el del 82, un equipo “perdedor”, es una imagen viva e imborrable de lo que el fútbol siempre debió ser. Jugar por el placer de hacerlo, queriendo ganar, claro, pero con una obligación, divertirse. Algo similar a lo que sucede en el barrio cuando se juega un picadito por la gaseosa, se quiere ganar claro está, nadie soporta la sonrisita del ganador al ver al perdedor pagando el premio, así la gaseosa se reparta entre todos. Pero allí el túnel, el sombrero, el enganche, el amague están a la orden del día en su versión más útil, eso mismo sucedía en España ese verano.
Los ejercicios de tipo educativo se fueron diversificando. En esos días el voceador de prensa pasaba por el lado de mi casa con su característico grito: ¡El Tiempo, El Espectador! Mi papá compraba el periódico, especialmente en domingo. Esta edición contenía un suplemento dominical amplio que incluía las noticias culturales y las tiras cómicas. El peaje para leer las tiras cómicas durante el mes del mundial era memorizar e identificar las imágenes de los jugadores que participaban en el torneo. Con un manejo de los idiomas muy criollo, que aún conservo, decía los nombres de las estrellas y el equipo al que pertenecían. Pero no solo bastó con identificarlos, había que verlos en acción y fue así como vi mi primer mundial completo. Antes de eso yo no tenía idea de lo que era el fútbol, ni cómo se practicaba. Al igual que muchos fanáticos mi conocimiento sobre el juego y sus protagonistas superó, por mucho, mis capacidades físicas para jugarlo.
Supongo que también aprendí a admirar a aquellos que hacen las cosas que me son imposibles de realizar. Brasil 82 era una maquina ofensiva, cómo olvidar los goles de media distancia de Eder, Sócrates y Falcao, o la tijera de Zico al igual que sus impactos de tiro libre, las combinaciones estéticas que terminaban con el éxtasis del público, el baile de Junior, la elegancia de Cerezo.
Nada en la vida es perfecto y este equipo nunca lo fue, sufría sin el balón, no sentía defender aunque lo intentaba. Sus puntos más débiles estaban en el arquero Waldir Peres, Brasil nunca se ha caracterizado por dar grandes porteros, apenas si llegan a ser buenos, y en el centro delantero Serginho, un jugador de poca técnica incluso tosco que desentonada en medio de la riqueza y habilidad de sus compañeros. La historia dice que el titular pensado por Santana para ese equipo era Antônio de Oliveira “Careca”, quien se lesionó dos semanas antes del mundial. Careca sería titular en los mundiales del 86 y el 90 con Brasil, con siete goles en su cuenta. Y haría historia, al lado de Diego Armando Maradona, en el Napolí. Si el desenlace habría sido diferente con Careca como parte de este equipo, nunca lo sabremos, pero que era una pieza más armónica dentro de la sinfonía brasileña del 82, eso es seguro.
De Blitzkrieg y Panzerkampfwagen
También aprendí eso de que “casi siempre gana Alemania”, aunque la frase aún no se había pronunciado por primera vez. También me sirvió para entender, un par de años después en las clases de historia, aquello del Deutsches Afrikakorps, los Panzer alemanes y Erwin Rommel en su campaña africana en la Segunda Guerra Mundial. Siempre están ahí, y para derrotarlos hay que luchar hasta el final porque, aun sabiéndose vencidos, nunca dejan de batallar. Esa lucha los hace protagonistas de gestas increíbles y partidos inolvidables como la semifinal contra Francia el jueves 8 de julio de 1982 en el estadio Sánchez Pizjuán de Sevilla, uno de los mejores encuentros en la historia de los mundiales.
Pierre Littbarski, el mismo que le marcó a Rene Higuita en Italia 90, adelantó a los alemanes al minuto 17. Francia tenía un gran equipo, que sería campeón de Europa en 1984. El elenco galo era comandado por Michel Platini, un jugador de gran técnica y buen remate, que ese día marcó de penal a los 26 minutos para poner el empate a uno, resultado que se mantendría durante los 90 minutos.
La jugada polémica del partido se dio en el minuto 62, jugada que de cierta forma marcó el destino del juego no por lo que pasó sino por lo que no sucedió. Los protagonistas, Harald “Toni” Schumacher arquero alemán, y Patrick Battiston jugador francés recién ingresado al partido. Francia recupera un balón en el centro del campo, Platini envía un pase profundo a Battiston quién pica de frente al arco, en el recorrido se produce un choque que dejó al francés conmocionado, con dos dientes rotos y una vértebra fracturada. Battiston logra tocar el balón suavemente antes de que la cadera de Schumacher impacte con su cabeza, la pelota se va por un costado del arco a la línea final. El árbitro no pitó falta ni amonestó al portero. El francés fue retirado en camilla, el juego continuó a pesar de lo complicado y delicado de la situación. Eran otros tiempos, en ese entonces los hombres jugaban al fútbol.
Schumacher declararía años después: “En términos generales fue el partido más infartante, excitante y emocionante de todos los tiempos. Y eso que jugué finales en dos mundiales, en copas y en otros torneos”. El portero alemán se vistió de héroe y villano aquella noche. “Intento rescatar siempre lo positivo. A lo largo de los años la gente sólo preguntaba por lo de Battiston y no sobre los penaltis. Para mí y para Patrick el tema terminó cuando le pedí disculpas y aceptó. ¡Y punto!”. Battiston por su parte afirma recordar el momento en que calentaba para ingresar al partido, el ambiente excepcional que se vivía en el estadio, su ingreso, el pase de Platini, y algo negro que se aproxima hacía él, nada más.
A diferencia de lo que sucede hoy en día con los tiempos suplementarios donde los equipos juegan a no perder, franceses y alemanes no querían la tanda de penales. Al inicio del alargue Marius Tresor, al minuto 92, y Alain Giresse, al 98, adelantaron a Francia, 3-1 señalaba el marcador. Pero a los Panzer hay que sepultarlos en el desierto o regresarán. Karl-Heinz Rummenigge al minuto 102 y Klaus Fischer al 108 decretaron el empate a tres.
Por primera vez en la historia de los mundiales, después de un esfuerzo descomunal, 120 minutos de juego y seis goles, se usó la definición por tiros desde el punto penal. Schumacher afianzaría su imagen de villano ante los galos y de héroe ante los teutones. Aquel encuentro dejó muchas postales para la historia de los mundiales y del deporte en general pero una en especial. Uli Stielike dispara y el portero galo Jean-Luc Ettori ataja. Los alemanes parecen de metal, inexpresivos, demasiado fríos quizá, pero la imagen de Stielike derrumbándose en la cancha tras fallar fue impactante. Schumacher lo levanta y él se retira con las manos en su rostro. Littbarski lo abraza. Stielike, inconsolable, se sienta alejado de sus compañeros y mirando al césped. Didier Six debía consolidar la ventaja francesa pero Schumacher ataja y lo dedica a Uli. Finalmente Máxime Bossis también pierde su duelo frente a Schumacher y Hrubesch da el pase a los alemanes a la gran final.
Con el pasar de los años Alain Giresse y Michel Platini sienten que es inexplicable lo que sucedió ese día. Creen que, paradójicamente, su forma de jugar, manejar bien el balón e ir siempre a la ofensiva terminó por perjudicarlos. Michel recuerda que le tomó mucho tiempo poder ver de nuevo ese encuentro en video, al hacerlo su mente se congela en el 3 a 1 y se queda esperando jugar la final de la Copa Mundo, algo que nunca sucedió en su carrera. En España 82 terminaron cuartos y en México 86 terceros, perdiendo de nuevo en semifinales ante Alemania.
Choque de estilos
Entendí que los italianos inician los mundiales de forma discreta. Si no se les elimina en ese momento hay que pagar las consecuencias. Se hacen sólidos a medida que avanza el torneo y por lo general una figura “despierta” para consolidarlos. En España 82 fue Paolo Rossi, un delantero que venía de una sanción de dos años por estar envuelto en un escándalo de apuestas en el fútbol profesional de Italia. Nunca vistoso pero muy efectivo, esa es la característica del juego italiano, la seguridad antes que la estética. Mi padre era mecánico, con él entendí la belleza de un motor bien afinado, eficiente, una máquina que funciona a la perfección aunque su exterior no sea muy atractivo.
En la primera fase, Italia logró su clasificación como segunda de su grupo después de empatar sus tres partidos. Con Polonia a cero, y con Perú y Camerún a un gol. En ese entonces, a segunda ronda clasifican los dos primeros de seis grupos de cuatro, el torneo se jugaba con 24 selecciones. Luego se ubicaban en cuatro grupos de tres y el ganador de cada grupo pasaba a semifinales.
Brasil había hecho gala del jogo bonito en su, quizá, versión más efectiva. Tuvo un debut complicado contra la URSS. Después de un error de Waldir Peres que lo puso en desventaja, se alzó con el triunfo por 2 goles a 1. Escocia recibió el peso completo de esa máquina ofensiva, cayó 4 a 1. También pasó por encima de Nueva Zelanda, 4-0.
En segunda ronda, Italia quedó en “el grupo de la muerte”, con Brasil y Argentina campeón defensor. La Nazionale venció a la campeona del mundo por 2-1, con tantos de Tardelli y Cabrini, Argentina descontó con gol de Passarella. Brasil, en otra tarde de inspiración y talento, venció a la Albiceleste, por 3-1, con goles de Zico, Serginho y Junior, el descuento fue obra de Ramón Díaz.
El día que murió el fútbol
El lunes 5 de julio de 1982, en el Estadio de Sarriá en Barcelona, propiedad del Real Club Deportivo Español y demolido en 1997, se firmó el acta de defunción del fútbol como arte, muchos lo creen así. Yo creo que empezó una larga agonía que cada tanto presenta una leve mejoría con equipos que intentan recuperar algo de ese pasado, pero los males son demasiado fuertes y ese aliento se disipa rápido.
Se enfrentaban en la segunda ronda Italia y Brasil. La Azzurra, hasta ese momento, de discreta actuación y la Canarinha que había maravillado al mundo con expresión de juego estético y ofensivo. Los italianos implantaron su sistema defensivo férreo desde el inicio del juego, un 4-4-2 con líneas muy juntas y con la misión de desconectar el talento que exhibía Brasil en casi todas sus líneas. Apostando a la salida rápida y al aprovechamiento de los errores del rival. Muy temprano, al minuto 5, Rossi recibe un centro de Cabrini, deja atrás a Junior y marca de cabeza la apertura del marcador. En el minuto 12 Brasil exhibe su técnica exquisita, Zico escapa de su marca con un gran regate y pone un pase al vacío, “El Doctor” pisa el área italiana y de manera quirúrgica pone el balón entre Dino Zoff y el primer palo para marcar el empate.
Al minuto 25 Italia aprovecha un error de Brasil en la salida, Cerezo envía un pase lateral entre Falcão y Luizinho, Rossi aprovechó la duda de ambos, robó el balón y de fuerte remate entrando al área marcó el 2 a 1. Brasil no logró vulnerar la resistencia de los italianos, y empezó a convertir a Dino Zoff en una de las figuras del encuentro. Así finalizó el primer tiempo.
El segundo tiempo inició con una Canarinha volcada al ataque y una Azzurra que aguantaba las embestidas. Al minuto 64, Junior la pasa a Falcãoque engancha entrando al área y de fuerte zurdazo logra el 2 a 2. Brasil, a pesar de que el empate lo clasificaba por mejor diferencia de gol, siguió atacando, el fútbol era diferente en esos días. Al minuto 74 en un tiro de esquina cobrado por Italia, los brasileños no lograron despejar, Tardelli disparó al arco, Rossi desvió el balón para marcar el 3 a 2 definitivo.
Años después le preguntarían a Falcão ¿Por qué un equipo que con el empate clasificaba, y que tuvo ese resultado en tres ocasiones (0-0, 1-1, 2-2) siguió atacando? El talentoso volante respondió, “no sabíamos jugar de otra manera”. Ese día murió el fútbol espectáculo, los genios del deporte empezaron a pregonar ¿de qué sirve jugar bonito y perder? El fútbol “resultadista” había llegado, lamentablemente para quedarse.
De la final que jugaron Italia y Alemania el domingo 11 de julio de 1982 en el estadio Santiago Bernabéu de Madrid lo que más recuerdo es la celebración de Marco Tardelli al anotar el segundo gol italiano, que consolidaba el camino al título. El éxtasis, la emoción de Tardelli es otra de esas imágenes inolvidables en la historia de los mundiales, algo que el propio jugador describiría, años después, como un volcán que hace erupción.
Italia se alzó con el título al derrotar a la legión alemana por 3 a 1. Goles de Paolo Rossi a los 58 minutos, Marco Tardelli a los 69 y Alessandro Altobelli a los 81. Descontaría Paul Breitner a los 83, y se convertiría en uno de cuatro jugadores, hasta ese momento, que habían marcado en dos finales de Copa del Mundo*, acompañando a los brasileños Pelé y Vavá, y al francés Zinedine Zidane.
En una entrevista, tiempo después, le recordaron a Breitner este registro y señaló acordarse solo del gol marcado en la final del 74, porque final que los alemanes pierden inmediatamente la olvidan, la del 82 no existe en su memoria haciendo eco de un dicho alemán que reza: “Un mal equipo alemán llega a la final, uno bueno la gana”.
Discípulos del jogo bonito
Tiempo después, leyendo a Jairo Aníbal Niño encontré una referencia a “El Doctor” en su cuento titulado "Llegó al aula un 15 de mayo" una referencia inesperada desde todo punto de vista. (…) “Jamás olvidaré a mi profesora de filosofía. El día del examen final, al presentarle mi trabajo, me dijo que parecía a Sócrates. Me llené de orgullo y creo que los ojos se me llenaron de lágrimas. Caminé hacia mi pupitre como si lo hiciera por el aire, en palomita. Era el mejor elogio que había recibido en mi vida. Yo, parecido a Sócrates, el gran jugador de fútbol del Corintias, Sócrates B.S. de Souza Vieira de Oliveira, el inolvidable mediocampista de la Selección Brasil”.
Magrão era la representación viviente de aquella frase que dice que el fútbol se juega primero con la cabeza y luego con los pies, la inteligencia y la habilidad antes que la fortaleza física. Su inteligencia trascendió el terreno de juego. Fue un reconocido activista político de ideas socialistas, luchó contra la dictadura brasileña y fue uno de los impulsores de la llamada “Democracia Corintiana”, un modelo en el que las decisiones en el equipo Corintias, el club de sus amores, se tomaban mediante votación en la que participaban de manera igualitaria jugadores, cuerpo técnico, dirigentes, empleados y demás miembros de la institución. La inteligencia y la bohemia suelen ir de la mano. A pesar de su delgadez tenía un físico privilegiado, entrenaba poco, fumaba mucho y bebía de forma constante. “Mi mejor psicólogo es el vaso de cerveza” afirmó en alguna ocasión. El 4 de diciembre de 2011 perdió su partido personal contra el alcohol, murió de cirrosis hepática. “No soy un atleta. Soy un artista del fútbol” así se definía.
Telê Santana da Silva fue “el apóstol del jogo bonito”, defensor a ultranza del juego tradicional brasileño, divertirse con el balón, estética pura, ganar a partir de allí. Jamás traicionar el estilo. En los 90 cuando ya veía el fútbol por iniciativa propia y trasnochaba cada diciembre para ver la final de la Copa Intercontinental, el Sao Paulo de Santana me hizo evocar esas imágenes de antaño. Después de no lograr el título del mundo con Brasil en España 82 y México 86, en los que se quedó en la puerta de las semifinales y cometió lo que en su país es un pecado capital, Telê Santana tendría la oportunidad de redimir su estilo con el tricolor paulista entre los años 91 y 95.
Durante su paso por el club dirigió 372 partidos y ganó dos Campeonatos Paulistas (1991-1992), un Campeonato Brasileño de Serie A (1991), dos Copas Libertadores (1992-1993), dos Copas Intercontinentales (1992-1993), dos Recopas Sudamericanas (1993-1994), una Supercopa Sudamericana (1993) y una Copa Conmebol (1994). En aquel equipo había una pieza del inolvidable Brasil 82, el veterano volante y líder de la formación tricolor Toninho Cerezo. También destacaba en el medio campo un jugador longilíneo, muy técnico y de buen remate de media distancia, Raí Souza Vieira de Oliveira, su juego mostraba pinceladas de calidad similares a las de su hermano mayor, Sócrates, pero sin llegar a ese nivel de técnica y elegancia.
Tras ganar la Copa Libertadores de América en el 92, derrotando Newell’s Old Boys de Marcelo Bielsa, Sao Paulo enfrentó al Barcelona de Johan Cruyff vencedor de la Liga de Campeones de Europa (hoy Champions League). El equipo catalán contaba con estrellas como Hristo Stoichkov, Josep Guardiola, Ronald Koeman, Michael Laudrup. El 13 de diciembre de 1992 en el Estadio Nacional de Tokio ante 60 mil espectadores, los de Telê Santana vencieron por 2 goles a 1. Stoichkov abrió el marcador a los 13 minutos con disparo de media distancia. Sao Paulo reaccionó y Raí apareció. A los 26 minutos con un gol casi de barriga logró el empate. Al minuto 79 en un cobro de tiro libre, en segunda jugada, Raí la colgó del ángulo dándole la victoria a su equipo.
Un año más tarde Santana repitió título en la Libertadores derrotando a la Universidad Católica de Chile. En 1993 su rival en la Intercontinental fue el AC Milán de Fabio Capello que contaba en sus filas con Franco Baresi, Paolo Maldini, Marcel Desailly, Jean-Pierre Papin. El 12 de diciembre en el Estadio Nacional de Tokio ante 52 mil espectadores en un partido emocionante Sao Paulo venció por 3 a 2 al Milán. A los 19 minutos Palhinha adelantó a los paulistas. Daniele Massaro, a los 48, logró el empate. El eterno Toninho Cerezo adelantó de nuevo a los brasileños a los 59 minutos. A los 81 Papin logró la igualdad. Y Muller a los 89 marcaría el tercero y definitivo. En 1994 Sao Paulo alcanzaría su tercera final consecutiva de la Copa Libertadores pero esta vez caería derrotado ante el Vélez Sarsfield de Carlos Bianchi.
Telê Santana abandonó el Sao Paulo en 1995. Un año más tarde se retiró de la actividad por problemas de salud. El 21 de abril de 2006 falleció a los 74 años tras una larga enfermedad cardiovascular. El Mestre (El Maestro), como era llamado, había perdido por amputación, tres años antes, parte de la pierna izquierda por falta de circulación sanguínea. Destacado futbolista del Fluminense, como técnico fiel creyente de que la estética era parte vital del fútbol, en alguna ocasión mediante una encuesta fue elegido por personajes del fútbol brasileño como el mejor técnico que ha dado Brasil en su historia. El día de su muerte 'O Globo' tituló en su portada: "La muerte del técnico deja un vacío en un país donde no ganar la Copa del Mundo es sinónimo de perdedor".
Raí llegó como capitán de la Selección Brasil al mundial de 1994, como su hermano en el 82 y el 86. Después de dos encuentros no muy vistosos Carlos Alberto Parreira ajustó su equipo y lo relegó al banco, el brazalete pasó a Dunga. Al final consiguió el título mundial que le fue esquivo a Sócrates y su generación. Entre los jugadores que conquistaron el Mundial USA 94 se encontraban Raí, Cafú, Leonardo, Zetti y Muller, quienes fueron parte del Sao Paulo de Santana.
En la vida práctica el esfuerzo sin resultados sirve de poco, pero el fútbol no es la vida, es solo un juego. Como juego el romanticismo está permitido, con Brasil 82, Sócrates y Telê Santana entendí la belleza del fútbol, a disfrutar de la estética y la lírica implícitas en este deporte más allá del resultado, así el jogo bonito sea cada vez más escaso. El fútbol es adictivo, y como toda adicción nos enfrenta a escenarios escabrosos, en este caso de juego ultradefensivo y sin espíritu. He reducido paulatinamente mi dosis personal de fútbol porque hay extremos intolerables por más adicto que sea, pero me es imposible abandonarlo del todo, por esa marca imborrable de 1982.
Preparando este texto volví a ver varios partidos que tengo guardados en vídeo, y entendí a lo que Michel Platini se refería al no poder ver de nuevo el juego de la semifinal del 82 contra Alemania. Después del gol de Falcão para el empate a 2 y antes del tercer gol de Rossi para Italia detuve el reproductor y no vi más. Pero no fue solo ese gol lapidario que dejó sin opciones de título a ese equipo lleno de magia, siempre me ha sido difícil recordar el cabezazo de Oscar que Dino Zoff detuvo en la línea de gol.
* Después de Qatar 2022 Kylian Mbappé se unió al exclusivo club de los jugadores que han marcado en dos finales de la Copa del Mundo.
*Texto publicado originalmente como parte del especial mundialista Rusia 2018 de El Anzuelo Medios (http://www.elanzuelomedios.com/index.php/lo-mas-leido/642-en-el-82-aprendi).
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